“Un poco joven para tener tanta nostalgia, ¿no?”. Miré a un lado y al otro, no sabía muy bien cómo encajar esa pregunta. Sonrisa medio nerviosa seguida de una respuesta imprecisa. Suficiente para salir del paso. No para olvidarla.
Dicen que la depresión es el exceso de pasado. El estrés, el exceso de presente. Y la ansiedad, el exceso de futuro. No lo termino de ver claro. ¿Quién define estos excesos? ¿Qué es suficiente? ¿Y qué es poco?
Vuelvo a la realidad, evitando un exceso de divagación que quizá alguien etiquetaría como locura. O rareza. La divagación da pie a pensar. Lo que, a su vez, aumenta las probabilidades de que le des más vueltas a las cosas. También a las negativas. Concluyendo, en el peor de los casos, en una mente infeliz. Donde los problemas te abruman. No sé cuanto tiempo divagarás tú en tu día a día. Yo poco, y me gustaría hacerlo más. Hay que ponerse retos.
Aunque en el mejor de los casos, terminarás conociéndote a ti mismo. Siendo consciente de tus fortalezas y de aquellos aspectos que te perturban. También de tus propias estrategias para que dejen de hacerlo. Y de las causas que te los crean para, en caso de ser valiente (o poder), cortarlas de raíz.
Escribo, hoy, sin pensar demasiado. Vuelvo a la pregunta que abría la puerta a todas estas letras que, de algún modo u otro, se han ido ordenando. Reviso mis últimos escritos -tanto los compartidos como los que no- y, sí, son nostálgicos. Quizá hasta empalagosos. Me quedo pensando. Divagando.
Hago malabarismos sobre la cuerda floja. Me equilibro en esa fina línea que separa la locura del autoconocimiento. La tinta en mi pierna, ahora peluda, me recuerda que llevo marcados los últimos cinco años de mi vida. A decir verdad no recurro a ellos normalmente. Muy de vez en cuando intento reconstruir todos y cada uno de los símbolos que me han hecho ser. Algunos me fallan. ¡Bien! No he llegado todavía al exceso de pasado. Espero no hacerlo.
La aguja y el dolor causado culminan la tarea. Esa que empieza, exactamente, 365 días antes de que el primer pinchazo deje una marca del todo irregular. Como la vida. Buscada. Imprecisa. Sorprendente. Y, a veces, dolorosa.
Sigo sentado en esa mesa en la que cinco personas intercambiamos miradas. Aunque hay 15 ojos que observan, cucharas que filtran y tenedores que han perdido el norte, sur, este y oeste. Quizá debí decir solo rumbo.
Me pregunto también sobre la dirección que siguen nuestras vidas, llenas de agentes externos que no controlamos por mucho que nos empeñemos y de agentes internos que preferimos no controlar por la comodidad de seguir lo que nuestro instinto primitivo dicta. O eso queremos pensar. Dicen que el destino ya está escrito. Que tu decisión la tomaste incluso antes de que fueses consciente de ella. Hoy no nos meteremos en este charco, lo dejamos para otro día.

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Esta semana me dijeron que no a un proyecto que me ilusionaba. Vino sin buscarlo y se fue sin decir nada. Un chasco. También un alivio. Nada de lo que lamentarse. Todo depende de, como decía Pau Donés, “según como se mire”.
La semana pasada me contactaron desde una fundación para dar una ponencia en una Gala de Premios sobre la Orientación Educativa. En Madrid. Y con la colaboración de una empresa editorial de educación y, según me dijeron, algún representante del Ministerio. Todo beneficios.
Me levanté un par de días a las 6 de la mañana. Pensé la idea. Redacté un borrador. Envié un par de correos. Y me imaginé en ese escenario con un micrófono de diadema, mi camiseta negra y unos vaqueros contando la historia de mi vida y mi no-relación con los orientadores y orientadoras.
Me visualicé explicando a la audiencia el sesgo del superviviente y como debemos intentar no caer en él. Les conté, al menos en mi cabeza, los beneficios de la orientación y cómo ayudaba a mi alumnado hoy en día. Por qué era esencial en cada centro. Y, si te soy sincero, escuché el aplauso final y segregué dopamina al sentir la sensación de ese momento. Todo muy tántrico. Yo ya lo viví.
Ayer me llegó el correo:
Decirte que nos encajó muy bien tu perfil, aunque quizá el punto de vista que más se acerca a la ponencia y que buscamos tiene que ver con edades más avanzadas de ESO, Bachiller o FP. Por ese motivo, finalmente no contaremos contigo en este evento.
La decepción duró tan solo un instante. Pensé que todavía no era el momento. Quizá tampoco la temática (por ahora). Me liberé de un quehacer que se llevaba parte de mi energía. Y me encontré con un relato no buscado que te puedo compartir por aquí cualquier otro día.
***
“Un poco joven para tener tanta nostalgia, ¿no?”. Quizá no. Puede que observarnos, analizarnos y ver con perspectiva nuestras vivencias nos ayuda a aprender todavía más de ellas.
O quizá solo es una ilusión de control y todo lo que te he contado son patrañas y situaciones sin importancia. Al menos para ti, porque esta no es tu vida. Puede que tampoco la mía, quien sabe.
¡Te leo pronto!
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Me siento muy reflejada en tus palabras, Isaac. Justo me pasó muy algo similar al chascho-alivio de cancelar a última hora lo que pudo ser, y solo se visualizó. jaja Un abrazo! 🫂